El ser humano, desde que está en sociedad, parece buscar incansablemente eso que conocemos como progreso. El mejorar, el ir más allá, el descubrir nuevas formas de llegar más lejos, de crecer, tanto espiritual como físicamente, logrando mejorar nuestro nivel de vida general. El progreso nos lleva muchas veces a enfrentarnos a dilemas morales, como los que se están dando en los últimos tiempos con la tecnología y la medicina. ¿Se debe aprovechar cualquier avance tecnológico para mejorar nuestra salud? ¿Para corregir “errores” naturales, como enfermedades en el feto antes de nacer? Este tipo de preguntas son habituales en los últimos tiempos porque estamos llegando a un punto en el que el ser humano puede crear prácticamente lo que quiera, y ese jugar a ser Dios se nos puede volver en contra.
El progreso no se mide solo en los avances médicos y tecnológicos, porque de hecho, estos son consecuencia y causa a la vez del propio progreso. Si somos como somos, la especie dominante en el planeta, no ha sido gracias a nuestra fuerza bruta, sino a nuestra inteligencia. Esa que permitió a nuestros antepasados colocarse por encima de sus coetáneos, y que nos ha llevado a desarrollar todo el sistema cultural que tenemos hoy en día, así como a idear herramientas e inventos que nos faciliten mucho más la vida… tal vez demasiado. En los últimos años parece estar produciéndose un efecto curioso en cuanto a la inteligencia universal del planeta, que parece haberse estancado o incluso retraído, después de décadas, seguramente siglos, de avance. ¿Cómo se puede medir esto? A través de los índices de inteligencia, como el coeficiente intelectual. Todo ello generaba el llamado Efecto Flynn, que parece estar desapareciendo en estos últimos años.
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Qué es el efecto Flynn
Se conoce como Efecto Flynn al proceso por el cual la humanidad ha ido siempre creciendo en su Coeficiente intelectual general, década tras década. Este efecto fue comprobado por investigadores británicos después de hacer un importante estudio revisando diferentes mediciones de coeficiente intelectual en todo el mundo, a lo largo de varias décadas. Se le nombró como Efecto Flynn en honor a un investigador neozelandés de ese mismo nombre, que fue uno de los pioneros en el estudio de la inteligencia a nivel mundial. A través de numerosos estudios, de baremos diferentes y sobre todo, teniendo en cuenta las mediciones de los CI en todos los países, la conclusión general era que la raza humana se hacía cada vez más inteligente.
De hecho, el crecimiento parecía seguir un parámetro bastante lógico y lineal, ganando dos o tres puntos de CIE por década, en el conteo global. Esto no significa que todo el mundo tenga la misma inteligencia, pero sí que la media mundial seguía creciendo. Sin embargo, las alarmas han saltado en estos últimos años, sobre todo en las últimas dos décadas, donde ese Efecto Flynn parece haberse frenado por primera vez desde que se tienen datos comparativos. Seguramente no sea casualidad que haya ocurrido en una era en la que estamos enganchados a las pantallas y a procesadores que, en muchas ocasiones, hacen todo el trabajo mental por nosotros. De hecho, es la explicación que muchos expertos encuentran a esa involución en nuestra inteligencia global.
En la era tecnológica cada vez se piensa menos
La invención de herramientas para hacernos la vida más cómoda ha sido sin duda una de las mejores fórmulas para conseguir que lleguemos a ser la especie dominante en el planeta. De hecho, sin esas herramientas seguramente habríamos sucumbido ante otros depredadores. Es la muestra evidente de que nuestra inteligenciaestá por encima de la del resto de especies, y es precisamente eso lo que preocupa de los últimos resultados. Los seres humanos hemos construido máquinas que ya trabajan y muchas veces incluso piensan por nosotros. Inteligencias artificiales que son capaces, a través de algoritmos, de crear pensamientos complejos y que pueden sustituir al ser humano en muchos trabajos. ¿Será esto lo que nos está llevando a ser menos inteligentes a cada década que pasa?
¿Somos cada vez menos inteligentes?
Si hacemos caso a la evolución de los estudios sobre coeficiente intelectual a lo largo de este último siglo, parece que los últimos años la situación se está revirtiendo. Hasta ahora, el crecimiento era incuestionable, y de ahí el llamado Efecto Flynn, que parecía no frenarse jamás. Sin embargo, hemos visto cómo en las últimas décadas el CI general de la Humanidad empezaba a contraerse, a no crecer tan rápidamente e incluso a ponerse en valores negativos. Si hemos considerado que somos más listos cuanto más CI tengamos, y la evolución en el último siglo ha sido evidente, ahora tampoco podemos mirar a otro lado.
Los datos nos están diciendo que, o somos menos inteligentes, o estamos perdiendo la capacidad de razonar y pensar de forma compleja, aunque muy poco a poco, por culpa del avance de la tecnología. Si la máquina ya lo hace por mí, ¿para qué voy a pensar tanto y pasar tanto tiempo con ello? Las nuevas tecnologías nos han facilitado mucho la vida y han conseguido que los trabajos hoy sean más cómodos, pero también son ese arma de doble filo que nos puede llevar a perder lo más valioso que tenemos: nuestra inteligencia. De esta forma, no sería de extrañar que con el paso de los años comprobemos en los estudios un Efecto Flynn inverso, volviéndonos cada vez menos inteligentes.
La opinión de los expertos
Desde su descubrimiento, el Efecto Flynn ha sido estudiado por numerosos expertos y especialistas en diferentes ramas de la ciencia, desde la neurología hasta la psicología o la sociología. Siendo la inteligencia, como hemos visto, la herramienta diferenciadora de nuestra especie, todo lo que tiene que ver con ella afecta al resto de nuestra vida. Si bien los expertos afirmaban que el crecimiento del CI constante se debía a la mejor nutrición y a una vida mucho más cómoda, con mejores escuelas y actividades didácticas, parece que hemos llegado a un punto en el que precisamente todo eso ha involucionado por culpa de las nuevas tecnologías, que nos hacen pensar menos. Irónicamente, ahora tenemos toda la información y el conocimiento que deseamos en la red, así que deberíamos seguir aprendiendo incluso a un ritmo más rápido. Sin embargo, el efecto que se produce es el contrario.